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Las fobias son un miedo intenso y desproporcionado que no se corresponde con el peligro real que representa el objeto o situación. En la práctica, se trata de una respuesta exagerada de miedo que a la persona le resulta difícil o imposible controlar.
Existen diferentes fobias: a las alturas, a los animales, al agua, a la oscuridad o incluso a tragar. Si padeces una fobia, lo usual es que experimentes una gran ansiedad cuando te encuentres ante el objeto o la situación fóbica, a pesar de que eres consciente de que no representa un peligro real para tu vida. Sin embargo, en algunos casos esa angustia puede ser tan grande que termina provocando un ataque de pánico.
Las personas que padecen fobias específicas, a un estímulo concreto, como, por ejemplo, el miedo a los animales, son más propensas a mostrar una activación del sistema nervioso simpático, es decir, tienen una reacción de lucha o huida.
En cambio, quienes sufren fobias situacionales, a una situación, como el miedo a la sangre o al dentista, suelen presentar una respuesta vasovagal muy intensa que se caracteriza por un aumento de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial, seguida por un descenso brusco de ambos parámetros, lo cual causa una sensación de desvanecimiento que puede terminar en desmayo.
La mayoría de las fobias están causadas por la huella que ha dejado un evento traumático, ya provenga de la niñez, la adolescencia o incluso la adultez. De hecho, muchas de las personas que padecen zoofobia han sido víctimas del ataque de un animal y muchos de quienes sufren claustrofobia se han quedado atrapados alguna vez en un ascensor o en una habitación pequeña sin poder salir.
Estas experiencias se han quedado grabadas profundamente en el cerebro, así como las sensaciones negativas que se vivieron, por lo que cuando la persona vuelve a exponerse a situaciones similares, revive esas sensaciones, amplificadas por el miedo.
No obstante, la causa de las fobias no siempre se encuentra en una vivencia personal. Algunas personas, sobre todo si son muy sensibles, pueden quedar psicológicamente afectadas si han sido testigos de un accidente ajeno, o incluso por una noticia impactante.
Las fobias también pueden ser el resultado de determinadas creencias transmitidas durante la infancia y la adolescencia, generalmente por los padres. Por ejemplo, si un niño ha crecido pensando que es necesario mantenerse en un segundo plano y que no debe llamar la atención, puede desarrollar eritrofobia (miedo a sonrojarse) o fobia a hablar en público. De hecho, determinados factores sociales aumentan las probabilidades de padecer una fobia, como la sobreprotección de los padres, el maltrato físico y el abuso sexual.
Tener una historia personal o familiar de fobias específicas o de trastornos de ansiedad también puede aumentar la vulnerabilidad de una persona a desarrollar un trastorno fóbico.
De hecho, existe una vulnerabilidad biológica determinada por la herencia. En este sentido, una investigación realizada en la Universidad de la Mancomunidad de Virginia y publicada en la revista Psychological Medicine analizó la influencia de la herencia en diferentes fobias en 854 gemelos. Los resultados desvelaron que un 47% de las personas heredó la zoofobia mientras que un 46% heredó las fobias situacionales.
En realidad, no se trata de que exista un gen de la fobia, pero estas personas pueden heredar un sistema nervioso autónomo más lábil e inestable, que aumenta sus probabilidades de desarrollar una fobia específica. A esto se le suma que normalmente los padres transmiten ese miedo a través de la crianza.
Cuando la fobia es intensa, puede afectar considerablemente tu calidad de vida, sobre todo si comienzas a evitar las situaciones que te causan miedo, ya que cada vez te moverás en un espacio más limitado.
Como resultado, tus relaciones interpersonales terminan viéndose afectadas, pues es probable que tu miedo limite tu vida social, como por ejemplo en casos graves de fobia a los perros, la persona puede llegar a evitar los parques o visitar a amigos que tengan perros.
Muchas fobias también impactan negativamente en la salud. Quienes padecen odontofobia o hemofobia, por ejemplo, suelen posponer constantemente la visita al médico o el dentista, de manera que cuando solicitan ayuda sus problemas de salud son mucho más graves.
El ámbito profesional también se puede ver afectado seriamente, sobre todo cuando la persona fóbica comienza a desatender sus obligaciones laborales para evitar la situación temida. De hecho, la fobia a hablar en público puede ser muy limitante, ya que impide exponer los puntos de vista propios con suficiente claridad y confianza.
Desde el punto de vista psicológico, las consecuencias de las fobias también pueden llegar a ser importantes. A menudo, quien la padece comprende que su miedo es irracional, pero no puede controlarlo, lo cual le genera una gran frustración y hace que pierda la confianza en sí mismo y la autoestima.
Los demás no suelen ayudar, pues no suelen comprender las fobias de los demás, y pueden enviar mensajes negativos sobre que lo que le pasa al fóbico es “una tontería”, lo cual crea en la persona fóbica una sensación de frustración e incomprensión.
Las personas que padecen fobias específicas, a un estímulo concreto, como, por ejemplo, el miedo a los animales, son más propensas a mostrar una activación del sistema nervioso simpático, es decir, tienen una reacción de lucha o huida.
En cambio, quienes sufren fobias situacionales, a una situación, como el miedo a la sangre o al dentista, suelen presentar una respuesta vasovagal muy intensa que se caracteriza por un aumento de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial, seguida por un descenso brusco de ambos parámetros, lo cual causa una sensación de desvanecimiento que puede terminar en desmayo.
Afortunadamente, en general, las fobias específicas y situacionales son, dentro de la psicología, uno de los problemas más sencillos y rápidos de solucionar. Podemos decir, que cuanto más específica es una fobia, más fácil es de tratar, aunque todas las fobias pueden tratarse, obtendremos unos resultados más rápidos en fobias más concretas.